
Los aportes nutritivos dependen del tipo de pescado. Mientras los marinos contienen algo más de sodio que los de agua dulce, los de conserva, ahumados y salazones presentan una cantidad muy elevada de este mineral. Por este motivo, puede ser aconsejable moderar o evitar el consumo de las especies más ricas en sodio, para evitar el riesgo de hipertensión, retención de líquidos, alteración renal, insuficiencia cardiaca.
El pescado azul se diferencia del blanco por su alto contenido graso (el 10% de grasa, frente al 2% del pescado blanco). Se destaca por el aporte de los ácidos grasos oleico, linoleico (esencial, porque el organismo no lo puede sintetizar y sólo lo obtiene a través de la alimentación) y omega–3. Es este último tipo de ácido graso, favorece la reducción del nivel de colesterol en la sangre.
No obstante, la proporción de ácidos grasos omega-3 depende intrínsecamente de diversos factores que afectan al pescado: la edad y el tamaño (a más edad y peso, mayor proporción de grasa), la época del año de pesca, el medio en el que viven, la temperatura del agua, la alimentación del pez, el estado de desove, y la distancia recorrida antes del desove.